Estimados Lectores,

2014 está llegando a su fin. Ha sido un año de éxito, con grandes logros para la FCI y para todos los perros del mundo.

2015 será un año difícil para nuestra Federación. De hecho, estamos ante legislaciones anticaninas y diferentes problemas que pueden afectar gravemente a nuestros queridos amigos de 4 patas. Sin embargo, estoy convencido de que, trabajando juntos, el equipo de la FCI en todo el mundo superará esas dificultades en beneficio de todos los perros.

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Rafael de Santiago
Presidente de la FCI
La domesticación y las primeras utilizaciones del perro (parte 4/5)

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Bernard DENIS, Francia
Profesor Honorario de la Escuela Nacional de Veterinaria, Nantes
Ex-Miembro de la Comisión Científica del FCI

Consecuencias genéticas

Son relativas, por una parte, a la evolución de la variabilidad genética y, por otra, a la generación del proceso de raciación.

El proceso de domesticación implica desde su inicio una pérdida de genes debido al número limitado de fundadores de la especie doméstica, a la necesaria selección de los animales (incluso en una especie predispuesta, ciertos sujetos debían revelarse inadecuados para la vida en cautividad), a la modificación de las costumbres de reproducción y al principio de selección por parte del hombre. En cambio, como ya hemos citado antes, la variabilidad genética visible aumenta debido a la acumulación de mutantes de color. A largo plazo, con el aumento importante del número de individuos, la especie doméstica aumentará poco a poco su polimorfismo genético.

Al tiempo en que se producen estas modificaciones asistimos a una nueva distribución de la variabilidad genética a través de una primera raciación, es decir a la constitución de grandes grupos con valor de razas primarias o de grandes razas. Si partimos de la idea clásica de que hubo varios centros de domesticación, es lógico pensar que la acción del hombre influyó en la aparición de la subespecie de lobo presente en su región21 . Se han expresado diversas opiniones sobre la naturaleza de las razas primarias que se han constituido poco a poco. Éstas coinciden sólo en parte, pero tienen en común poseer sólo cuatro o cinco grupos22. Mientras esperamos a que se llegue a un consenso, podría ser interesante clasificar la razas de perros en “lupoides, bracoides, molosoides y graioides”, porque aunque haya que remontarse a finales del siglo XIX, esta clasificación posee el mérito de la lógica y se consideraba que correspondía a las cuatro “líneas originales” de perros, ya a las que tal vez sería útil añadir una quinta que englobaría al Dingo y a otros perros primitivos23. Obviamente, no hay que pensar que las diferencias morfológicas existentes entre estos grandes grupos eran evidentes desde que empezaron a constituirse: sólo la selección ulterior, la de dos últimos siglos sobre todo, es la única responsable. También hay que señalar que si la existencia de estos grupos de perros, suponiéndolos con valor de razas primarias, se fundamenta actualmente en las semejanzas morfológicas, la genética molecular no llega por ahora a confirmarlas: parece ser que es difícil evidenciar grupos de razas diferenciados en el plano genético24.

LAS PRIMERAS UTILIZACIONES DEL PERRO25

Aparte de la presencia ya mencionada de esqueletos de perros en tumbas humanas, lo que se traduce al menos en cierta intimidad entre el hombre y el perro, tenemos que basarnos en hipótesis. Dos de ellas son las más conocidas: el perro, compañero del hombre en la caza; el perro, animal familiar. Observar lo que hacen de este animal las sociedades actuales de cazadores-recolectores nos aporta una gran información a la hora de imaginar lo que pudo pasar en el proceso de domesticación.

La utilización del perro como auxiliar del hombre en la caza se sostiene para justificar la domesticación sobre la base de la complementariedad en comportamientos de predación: los cánidos fuerzan la caza a la carrera, y los humanos se emboscan siguiendo la vía abierta por éstos. Por casual que fuese al principio, ambas especies eran rivales, y la cooperación se hizo poco a poco más regular cuando el hombre dejó a los perros una parte de la caza26. Evidentemente no hay nada que criticar a la lógica de esta idea, pero debe matizarse a la vista del papel secundario que juega el perro en los pueblos actuales durante la caza. En los aborígenes permanece incluso alejado del terreno de la acción; en otros pueblos acompaña y comparte con el hombre la excitación de la batida, pero no puede considerarse como un auxiliar propiamente dicho. Aunque esta asociación se traduzca ciertamente en cierto grado de domesticación, aún tendríamos que preguntarnos cuál es el papel exacto del perro en la caza.

La sociabilidad - término seguramente más adecuado que “compañía” teniendo en cuenta la época- constituye la otra utilización primaria del perro. Muchas sociedades actuales viven rodeadas de perros sin prestarles una atención particular pero, puntualmente, los lazos se establecen: la lactancia, y más tarde la domesticación de cachorros, generan relaciones más estrechas, lo que puede explicar la presencia de perros en tumbas humanas, independientemente de la función ritual ya evocada. Entre los aborígenes se ha observado que cuando hace frío por la noche, el hombre duerme con los perros para calentarse. En resumen, es completamente plausible que la familiarización haya constituido una de las vías de domesticación del perro y uno de sus primeros usos.

Pintura rupestre, Pha Taem National Park, Tailandia (2.000 - 1.000 AC)

21 : Según MECH (citado por LIGNEREUX, ver nota 8), identificamos 45 subespecies de lobos, donde sólo un pequeño número de ellos fue domesticado y por tanto generó un número reducido de razas primarias.

22 : A título orientativo, sin referirse a la supuesta subespecie original de lobo, FIENNES, R. y FIENNES, A. (The natural history of the Dog, Weidenfeld and Nicolson, London, 1968) conservan el grupo “Dingo” (muchos perros primitivos), el grupo “Nórdico” (perros nórdicos, perros de pastor), el grupo “Greyhound” (galgos), el grupo “Mastiff” (molosos, perros sabueso y perros de muestra). Es también habitual referirse a CLUTTON-BROCK, J., (“Dog”, in MASON, I.L., Evolution of domesticated animals, Longman, Londres y Nueva York, 1984, 198-211), cuyas hipótesis son bastante diferentes. Probablemente la genética molecular permitirá ver más claro el futuro, pero de momento no llega a relacionar tal o cual raza con tal o cual subespecie de lobo.

23 : Esta clasificación se debe a un gran cinólogo francés, Pierre MEGNIN.

24 : LEROY, G., “Diversité et gestion génétique des races canines : le bilan de trois ans de travail de recherche”, Cynophilie française, n° 143, 2008, 16-19 (los datos presentados en este artículo provienen de una tesis doctoral de AgroParisTech, leída en 2008).

25 : Para este capítulo, la información proviene esencialmente de: DIGARD, J.P., “Essai d’ethnoarchéologie du chien”, op. cit. (ver nota 16).

26 : El “encarne” tras la montería ilustra perfectamente esta práctica.